
Palabras de JLMartín:
Tomás Serrano es un humorista gráfico excepcional, les explico porqué.
La mayoría de los humoristas gráficos no suelen ser grandes dibujantes. Quiero decir que suelen tener un dibujo eficiente, funcional, divertido —pueden llamarlo como quieran—, que sirve perfectamente para la labor que pretenden, que es reflejar una situación de manera satírica, crítica, quizá absurda o surrealista. Pero para eso no necesitan ser unos grandes artistas del lápiz
y de la pluma, ahora de la tableta. Incluso hay muchos, muy populares, que han hecho la carrera con un dibujo simple pero efectivo, eso es suficiente en nuestra profesión.
Y los humoristas gráficos, en general, tampoco son unos analistas profundos de la actualidad sino que, a menudo, les basta con la habilidad de reflejar de manera sintética esa actualidad, bebiendo de las fuentes de opinión que manan de los medios de comunicación. Digamos que son maestros en esa labor de síntesis, ya saben: una imagen vale más que mil palabras y un dibujo humorístico sube la equivalencia a un millón.
Pues bien, hoy presentamos el trabajo de un humorista gráfico que rompe los moldes.
Tomás Serrano Sí es un gran dibujante. Sólo un dibujante de su categoría puede permitirse el lujo, por ejemplo, de parodiar los cuadros más famosos de la historia del arte. O de realizar unas caricaturas portentosas, otra proeza al alcance de muy pocos. Y si quieren acabar de convencerse de lo que les digo consulten su web, www.tomasserrano.com donde podrán apreciar la categoría
artística de Tomás: dibujos, caricaturas, ilustraciones, dibujos animados…
Y Tomás Serrano Sí es un gran “opinador” de actualidad, un cronista, divertido sí, pero también agudo, riguroso e implacable con la gobernanza de este país. Se puede seguir la política de este país repasando los dibujos diarios de Tomás Serrano en El Español.
Por todo ello, es para el IQH un honor presentar esta exposición, porque, uno, creemos que Tomás Serrano es una figura destacada en el humor gráfico español y, dos, porque pensamos que su talento queda realzado viendo su obra en conjunto, como pretendemos en esta exposición.
Exposición que se realiza gracias al concurso del Ayuntamiento de Alcalá de Henares, a quién damos sinceramente las gracias, y al trabajo de la gente del Instituto Quevedo del Humor, de la Fundación General de la Universidad de Alcalá.
Pasen y disfruten.
JLMartín
Director Humor Gráfico IQH
Palabras de Pedro J. Ramírez:
Tomás Serrano o la sátira como arte
El día en que me llamaron para decirme que un político muy poderoso se sentía tan ofendido por uno de los dibujos de Tomás Serrano en EL ESPAÑOL como para marcar un antes y un después en sus relaciones con el periódico, mi primera reacción fue alegar: “Pero si es un chiste…”.
Enseguida me di cuenta de que eso era lo grave porque el personaje en cuestión se sentía ridiculizado en un formato tan impactante como el del humor gráfico y eso atacaba a su soberbia.
También fui consciente de que los ojos del poder -y los de la oposición- escudriñaban a diario la portada de EL ESPAÑOL y a menudo se posaban con inquietud y expectativa en las certeras viñetas de Tomás Serrano. Un amigo gubernamental resumió una vez esa ambivalencia: “Qué bueno es vuestro dibujante, pero qué cabrón…”
Lo primero era verdad porque Tomás Serrano domina las técnicas del dibujo, la caricatura y la ilustración con un estilo muy del New Yorker y además tiene una imaginación teatral que convierte cada viñeta en un relato.
Lo segundo no es cierto. Tomás Serrano sólo es un “cabrón” en sentido figurado y si la expresión se utiliza como paradójico halago. Más bien es un espíritu templado y sereno que mira la realidad con la curiosidad de un entomólogo y la buena voluntad de un humanista.
Así eran también Máximo, Mingote y Forges; así son también Gallego y Rey, Ricardo Martínez o Javier Muñoz, por referirme sólo a algunos de los grandes que he conocido: ideas potentes con lápiz de seda.
Desde que me nombraron director de Diario 16 en 1980 una de mis obsesiones siempre ha sido tratar de contar con los mejores dibujantes. Fui muy feliz cuando conseguí fichar a Forges, cuando “casé” a Julio Rey con José María Gallego y cuando descubrí a Ricardo Martínez en Miami y le convencí de que se viniera a España a fundar El Mundo.
Ahora Tomás Serrano es una de las grandes señas de identidad de EL ESPAÑOL y no en vano sus viñetas abren a menudo nuestra ‘home’ para explicar con impacto visual y posición editorial el asunto más polémico del día. En la reunión en la que hacemos la portada debatimos a menudo sobre sus bocetos y le proponemos cambios que suelen ser variaciones sobre el mismo tema.
Al igual que me ocurre con Javier Muñoz cuando prepara las ilustraciones que cada domingo acompañan a mi Carta del Director, pocas cosas hay tan gratificantes como interactuar con un dibujante inteligente.
Que de un contraste de ideas surja una representación gráfica que servirá de catapulta a los mensajes del periódico es un pequeño milagro cotidiano. Y los formatos digitales no hacen sino amplificar su impacto. Siempre tengo en la cabeza una viñeta de Forges en la que Blasillo mostraba a su compañero la inmensidad de la llanura y le decía: “Ahí la tienes, báilala”.
Ese es nuestro desafío diario. No se trata tanto de buscar una aguja en un pajar, sino de ver lo que los demás sólo miran.
Como la historia siempre se repite, a menudo busco fuentes de inspiración en mi colección de prensa satírica de los siglos XIX y XX -de “La Flaca” a “Gracia y Justicia”, de Demócrito a Bagaría- y al regresar al presente me doy cuenta de lo afortunados que somos en EL ESPAÑOL por contar con alguien como Tomás Serrano que aúna lo mejor de esa tradición con las referencias culturales contemporáneas.
Estamos hablando de un gran artista y por eso estoy seguro de que esta exposición será el pórtico de su entrada con todos los honores en ese imaginario “Hall de la Fama” del humor gráfico al que tantas sonrisas cargadas de reflexión debemos los españoles.
Pedro J. Ramírez
Presidente de El Español
Palabras de Tomás Serrano:
Se cumplen ahora 10 años desde que Pedro J. Ramírez me citó en la sede de EL ESPAÑOL, pocos meses antes de su lanzamiento. Le gustaban unas caricaturas de los candidatos a la Comunidad de Madrid que le había enviado. Que el mejor periodista español fuera uno de los cinco seguidores que tenía en Twitter en aquel momento, me pareció una buena señal. Desde entonces, he venido desarrollando mi actividad disfrutando en total libertad, con la confianza que da ver la relevancia de la ilustración en el periódico, y en concreto de la viñeta política.
Yo había dibujado desde siempre. Como la mayoría de los niños de mi época, al principio imitaba los estilos de los dibujos asequibles de Disney o de los personajes de Ibáñez. Pero en 1976 descubrí algo que me interesó de otra manera: las caricaturas de Peridis en Informaciones (después llegarían Mingote, Chumy Chúmez, Gallego y Rey y Ricardo y Nacho). Ya en la universidad, yo dibujaba de vez en cuando para decorar las paredes de mi habitación en el colegio mayor Covarrubias; alguna vez dejé en mis apuntes de estructuras proyectos de caricaturas, pero nunca pensé que me dedicaría a esto profesionalmente como mis referentes.
Ya arquitecto, subido a los forjados me preguntaba qué pintaba allí si yo era un dibujante. Y conseguir el premio Mingote con mi único dibujo publicado en 1994 disparó esa duda, aunque por poco tiempo: la arquitectura se hizo cada vez más absorbente. Hasta que aparecieron las redes sociales con la posibilidad de contar una historia en una tira y que llegara al otro lado del mundo como un mensaje en una botella, que diría Sting. Volví entonces a dibujar para divertirme, marcado por mis aficiones cinematográficas y todo lo aprendido en mi carrera.
Cada viñeta se convierte en el fotograma que concentra una película que dirijo asumiendo a la vez los papeles de guionista, decorador y director de fotografía. Una película basada en hechos reales, con los actores a mis órdenes, en la que puedo desarrollar tramas de drama y comedia, e incluso de terror, sobre todo en el campo de la política.
La arquitectura me ayuda a crear ambientes realistas que hacen más creíbles las historias, aunque sean disparates. Si quiero que sea más reconocible un personaje, aparte de reproducir sus rasgos, debo ubicarlo en su hábitat, prestando atención a los detalles. Y el efecto de lo que diga o haga en la viñeta se verá potenciado.
En aquella asignatura Análisis de Formas II de Arquitectura estudiábamos la importancia de “interpretar”, de buscar lo esencial. Y eso lo he admirado de maestros como Sempé en sus dibujos sin palabras o de Chas Addams con una línea de texto. Contar una historia sólo con una imagen es mi primera aspiración, pero ocasionalmente un poco de apoyo verbal la redimensiona.
Basar viñetas en pinturas, carteles o escenas de cine (más o menos) icónicas es un recurso que permite al espectador familiarizarse con los personajes desde el primer momento, simplificando las descripciones y fundiendo en la forma ya existente la sustancia del mensaje.
En la exposición, que comprende viñetas políticas de diez años en EL ESPAÑOL, hay ejemplos de lo que he comentado. En ellas hay también un factor ajeno determinante en el trabajo de un viñetista: el tiempo. Uno no puede dedicar a sus dibujos todo el tiempo que quisiera o que cree que requieren. La hora de cierre es un límite insalvable que obliga a ajustar los recursos gráficos.
Agradezco mucho al Instituto Quevedo de las Artes del Humor la gran oportunidad que me ha dado de mostrar mi trabajo y su proceso.
Gracias, José Luis. Gracias, Juan.
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