Debió de ser en los últimos años ochenta del siglo pasado o primeros de los noventa. Fue entonces cuando cayó en mis manos una novela asombrosa, única, irrepetible, que se titulaba Kubelik, como el apellido de Fran Kubelik, la heroína de El apartamento, de Billy Wilder, encarnada en pantalla por la maravillosa Shirley MacLaine. Su autor, Nicolás Martínez Cerezo, andaría por la treintena. Tuve ocasión de conocerlo personalmente in illo tempore, hace más de treinta años, y mi primer encuentro con él me produjo una viva impresión que permanece intacta hoy. Me pareció una criatura de otro planeta. Alguien venido del espacio exterior a visitarnos. Como E.T., rebosaba nostalgia, ternura e indefensión a partes iguales. Colegí de inmediato que se había teletransportado a la Tierra de forma casual y fortuita, pues en su planeta natal todo ocurría sin previo aviso. Ya entre nosotros, se enamoró de la labor desarrollada por los dibujantes de cómics de la escuela Bruguera. Lo fascinaron las aventuras de las hermanas Gilda, de Carpanta, de doña Urraca, del repórter Tribulete, del doctor Cataplasma, de Carioco. Como en su mundo no había diferencia entre lo dibujado y lo real, conoció in situ a todos esos personajes y, de paso, contribuyó a ampliar su elenco, sacándose de la manga otra figura mitológica de la casa: la inolvidable Gorda de las Galaxias.
Vivía con su madre, una notabilísima mujer llamada Felisa, en la zona norte de Madrid, cerca de donde estaba la Deutsche Schule donde estudió mi hijo Álvaro. Me gustó tanto aquella novela de título wilderiano (de Billy, no de Thornton), que sentí la urgencia intelectual y moral de verla impresa. Con ese objetivo se la pasé a mi amigo Jacobo Siruela, que quedó también deslumbrado por la escritura de Nicolás, pero que después de muchas dudas no se arriesgó a publicarla. Pasaron las décadas y ha tenido que ser un psicólogo enamorado de los bolsilibros, el sevillano José Luis Sánchez de Cueto, quien ha situado la producción literaria de Martínez Cerezo en el lugar de privilegio que le corresponde dentro de la literatura española del último tercio del siglo XX y primera mitad del XXI. Y eso que Kubelik permanece inédita, aunque, conociendo a Pepe Cueto, no tardará en aparecer en librerías.
Nicolás empezó su andadura creativa muy joven, como dibujante y guionista de la mencionada Gorda de las Galaxias, habitual en las revistas de Bruguera. Y colaboró, siendo todavía un teenager, en la última etapa de La Codorniz, a finales de los setenta. Porque en Nicolás confluyen lo que tienen de vanguardista, que es mucho, las dos Generaciones del 27, tanto la de García Lorca y compañía como el otro 27, formado por humoristas como Jardiel, Mihura, Tono y demás familia. En esa tradición de fresquísima, feraz y feroz vanguardia se inscribe la obra literaria y dibujística del extraterrestre Cerezo. El propio Nicolás se ha referido a su Gorda de las Galaxias de la siguiente manera: «Alguien de otro mundo aterrizando en este para sembrarlo de magia y dulzura, de amor y justicia, de subversión celeste [añadiendo un sub- rebelde a la Versión celeste de Larrea]. El puño y los labios».